martes, abril 25, 2006

 



Si me quejo por caer al vacío después de haber subido a esa escalera que ya conocía no tenía red (y que llamo vida, y que llamo amor, y que llamo, como lo llarmaría?, no debería de haber subido (pero sé que lo seguiré haciendo).

Si me quejo por no conocer las rutas que conducen hacia el último peldaño, ese universo extraño, y me extravío y me quedo enmimismado en una traviesa y miro abajo, con vértigo, con ganas de blandir la espada esa que me han prestado para eliminar el ramaje que no me deja ver con claridad en ocasiones. El vacío, sí el vacío tan lleno que veo desde este cielo. No, no me quejo.

Si me quejo por sentir, entonces no debería sentir. Pero, en ese momento te abren una puerta de palabras, una ventana de saludos, un lugar desde donde te llaman, y te susurran "ven, te estoy esperando, desde hace ¡tanto tiempo". Porque de lenguajes no sé, pero sí de idiomas, de idiomas del mundo, que desafían la química, y la física, para volver a tu convencimiento.

Hay más, mucho más. Deberíamos estar alegres de saberlo. Debería estar alegre por saberlo. Por saber que me tienen fé, aunque a veces no merezca entenderlo.

Dichos varios:
:)
 
Uno no se atribuye los merecimientos. Siempre le son atribuidos por los demás. Y si usted se queja es porque existe y porque vive. Olvidarlo es caer en una espiral de ángulo inexistente...
 
Probablemente. Pero igual que la parábola, cuando me quejo de mis migajas, veo a alguien anhelante por tenerlas.

¿espiral de ángulo inexistente?, :-)
 
Así es Laura, así es,

:-)
 
Yo no suelo tener fe. Sólo me limito a andar, porque sí creo en el camino que va hacia delante :)
 
pues hay que tener fe...siempre hay que tener fe. Estupendo el reencuentro.
 
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